En la última década, innovaciones tecnológicas como la secuenciación del genoma han permitido a los científicos examinar más de cerca las células tumorales y sus anomalías genéticas. Esto les está ayudando a dirigir las vacunas hacia objetivos mucho más específicos.

La investigación sobre vacunas contra el cáncer se encuentra aún en sus primeras fases; sin embargo, los primeros resultados de los ensayos clínicos en los que se probaron docenas de vacunas contra diversos tipos de cáncer parecen alentadores. El objetivo es crear vacunas que destruyan las células cancerosas, pero algunos científicos también están probando vacunas que algún día podrían evitar que una persona de alto riesgo desarrolle un cáncer.

El objetivo de todas las vacunas es "educar" al sistema inmunitario y ofrecerle una vista previa de un objetivo que debe ser identificado y destruido para mantener el organismo a salvo. Del mismo modo, una vacuna contra el cáncer "enseña" a las células inmunitarias el "aspecto" de una célula tumoral, lo que les permite buscarlas y destruirlas.

La capacidad de una vacuna contra el cáncer para enseñar al sistema inmunitario es lo que la distingue de otras inmunoterapias que utilizan agentes terapéuticos como citoquinas proteicas y anticuerpos e incluyen estrategias como la modificación genética de las células inmunitarias del paciente para combatir el cáncer.

Los expertos afirman que las vacunas contra el cáncer pueden destruir células cancerosas que podrían haber sobrevivido a otros tratamientos, impedir que el tumor crezca o se extienda, o evitar que el cáncer reaparezca.

Algunas vacunas terapéuticas contra el cáncer se basan en la extracción de unas células inmunitarias llamadas células dendríticas.

Estas células se extraen de una muestra de sangre del paciente y se exponen, en el laboratorio, a las principales proteínas extraídas de las células cancerosas del individuo. Una vez enseñadas, estas células se devuelven al paciente, con la esperanza de estimular y entrenar a otras células inmunitarias, como las células T, para que detecten y destruyan el cáncer.

Todas las vacunas que tratan el cáncer se basan en proteínas denominadas antígenos tumorales, una molécula que desencadena una respuesta inmunitaria cuando existe en mayor cantidad en la superficie de las células cancerosas en comparación con las sanas, o cuando adopta una forma anormal o ha sufrido una mutación. Cuando los linfocitos T "ven" estos antígenos, reconocen las células como cancerosas y las eliminan.

Los científicos están probando docenas de vacunas contra el cáncer, a menudo en combinación con otras inmunoterapias. Se dirigen a distintos tipos de cáncer, como los de piel, mama, vejiga, próstata y páncreas.

Un próximo paso importante para los científicos es averiguar por qué algunas personas responden mejor a las vacunas que otras y durante cuánto tiempo estarán protegidas. Hasta entonces, la esperanza es que más vacunas candidatas avancen hacia ensayos clínicos aleatorizados para poder evaluar su seguridad y eficacia en un mayor número de pacientes.

Las vacunas contra el cáncer aún se encuentran en las primeras fases de prueba y perfeccionamiento; queda mucho trabajo por hacer, tanto en el frente preventivo como en el de las vacunas terapéuticas, pero la esperanza ha hecho progresos en este campo.

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