Se trata de la mayor reforma de la legislación británica sobre el aborto en casi 60 años, tras haber sido aprobada por el Parlamento en una votación de 379 contra 137, dando a las mujeres la libertad de llevar a cabo el procedimiento sin necesidad de temer repercusiones legales.

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El aborto es legal en el Reino Unido hasta las 24 semanas, y el resto del embarazo admite ciertas excepciones.