Los alquileres y los precios de la vivienda han subido mucho más de lo que muchas familias pueden permitirse, los ingresos no han seguido el mismo ritmo y los jóvenes luchan por encontrar un lugar estable donde empezar su vida adulta. Familias enteras se ven obligadas a asumir compromisos que reducen su calidad de vida y debilitan su sensación de seguridad. Sin embargo, esta crisis nos brinda una oportunidad. Es la oportunidad de replantearnos cómo planificamos, construimos y entregamos viviendas para que éstas sirvan tanto a las necesidades sociales de la gente como al crecimiento a largo plazo de la economía.

Llevo más de veinte años trabajando en el sector inmobiliario. Durante ese tiempo, he sido testigo de muchos ciclos de auge y desaceleración, de muchos programas y promesas gubernamentales, y de innumerables debates sobre cómo solucionar el problema de la vivienda. Pero este tema ha pasado recientemente de la esfera profesional a la personal para mí. Mi propio hijo acaba de iniciar su carrera profesional en Oporto, al tiempo que cursa un máster en gestión de proyectos. Tiene talento, motivación y ganas de construirse una vida aquí. Sin embargo, como tantos jóvenes de su generación, tiene enormes dificultades para encontrar un apartamento asequible y decente. Verle luchar me ha planteado el problema de una manera que ninguna estadística o informe de mercado podría haber hecho jamás.

La vivienda no debe verse como un problema social estrecho, sino como un pilar de la competitividad nacional y la cohesión territorial. Sin viviendas asequibles, es imposible atraer y retener el talento, mantener vivas las comunidades locales o garantizar que el desarrollo se distribuya uniformemente por todo el país. Portugal tiene los recursos, los conocimientos y la ambición para liderar un nuevo ciclo de desarrollo urbano. Lo que falta es estabilidad, previsibilidad y un compromiso compartido entre la política, los municipios, los inversores y la sociedad.

Hay caminos claros si decidimos seguirlos. La vivienda pública y cooperativa con alquileres controlados debe desempeñar un papel más importante. Hay que rehabilitar y volver a poner en uso el vasto parque de edificios vacíos y deteriorados. El capital privado, tanto nacional como internacional, debe movilizarse a través de asociaciones que realicen proyectos de alquiler a gran escala. Las medidas fiscales también pueden ayudar. Los propietarios que fijen alquileres asequibles o que se comprometan con proyectos de rehabilitación deben recibir apoyo mediante incentivos fiscales significativos. La reducción del IVA en la construcción o renovación de viviendas asequibles, cuando se vincula a una garantía de que el beneficio hará bajar los precios, es otra herramienta que podría tener un impacto inmediato.

La innovación es otra pieza clave de la solución. La construcción industrializada y modular, con materiales modernos y sostenibles, puede abaratar los costes y acortar los plazos sin sacrificar la calidad ni la dignidad. La planificación urbana también debe adaptarse. Animar a la gente a vivir más allá de Lisboa y Oporto, invertir en un transporte público eficiente y crear oportunidades en otras regiones reducirá la abrumadora presión sobre las ciudades más grandes.

Por encima de todo, la política de vivienda requiere estabilidad. Los inversores y promotores sólo se comprometerán si pueden confiar en que las reglas no cambiarán cada pocos años. Las familias sólo se sentirán seguras si pueden confiar en que sus hogares están protegidos frente a choques repentinos. Portugal también debe ser honesto sobre la magnitud del reto. Los expertos calculan que faltan unas 150.000 viviendas en el mercado. Los planes actuales ni siquiera se acercan a cubrir este déficit. A menos que el país fije objetivos claros con plazos vinculantes, las promesas se quedarán en meras palabras.

El sector inmobiliario está dispuesto a desempeñar su papel. Dispone de recursos, experiencia y personas comprometidas con la búsqueda de soluciones. Pero ningún sector puede resolver el problema por sí solo. La voluntad política y el esfuerzo colectivo son esenciales. La vivienda no es sólo ladrillo y cemento. Se trata de crear comunidades habitables, asequibles y sostenibles.

La urgencia es innegable. Portugal tiene una oportunidad única para transformar esta crisis en un nuevo capítulo de desarrollo, que sirva a los ciudadanos, fortalezca la economía y construya cohesión en todo el territorio. Pero para que esto ocurra, los líderes deben actuar con valentía y coherencia. Para mí, no se trata sólo de una cuestión política o económica. Se trata de garantizar que mi hijo, y miles de jóvenes como él, puedan encontrar un hogar en el país donde quieren estudiar, trabajar y construir su futuro. Si lo conseguimos, la recompensa será un Portugal más fuerte, más justo y más resistente.