Educado en la fe cristiana por San Wolfgang, obispo de Ratisbona, a los 30 años sucedió a su primo Otón III en el trono real, y doce años más tarde fue coronado Sacro Emperador por el Papa Benedicto VIII. Sinceramente religioso, Enrique alentó la reforma de la Iglesia, fomentó la actividad misionera e hizo varias fundaciones caritativas para los pobres.
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Deseaba hacerse monje y, en virtud de su poder imperial, ordenó al abad de Verdún que lo aceptara en su monasterio. A continuación, el abad le ordenó, en virtud de los votos que había profesado, que continuara con la administración del imperio. Enrique cumplió sus deberes con espíritu de humildad y servicio, convencido de que el poder temporal era otorgado por Dios para el bien del pueblo.
Murió sin descendencia en 1024 y fue el último de la dinastía sajona de reyes alemanes.