Son muchos los que invocan a San Daniel, entre ellos las mujeres cuyos maridos están en guerra, las que sufren encierro o prisión y las que buscan objetos perdidos. Aunque muchos saben que San Antonio de Padua intercede en caso de objetos perdidos, pocos se acuerdan de rezar al santo Daniel de la misma región, que llegó más de un siglo antes que San Antonio.

San Daniel fue compañero y diácono de San Prosdocio, primer obispo de Padua. De ascendencia judía, Daniel se convirtió al cristianismo y ayudó al obispo Prosdocimus en la evangelización del noreste de Nava.

Durante su valiente testimonio, Daniel fue martirizado por aplastamiento. Su cuerpo fue descubierto casi 1000 años después, y sus reliquias fueron trasladadas a la iglesia de Santa Sofía, en Padua, el 3 de enero de 1064.

En el arte, Daniel de Padua es representado a menudo sosteniendo una toalla y un lavamanos, en señal de su diligente servicio al obispo Prosdocimus, así como a la Iglesia. Estos símbolos también nos recuerdan su vida de servicio a los demás, al igual que Jesús lavaba los pies de sus discípulos.

Aunque conocemos poco de la vida cotidiana de San Daniel de Padua, reconocemos en él la llamada del Señor, la conversión, el servicio y el valiente martirio por la fe. Rezamos por el valor y la fe para vivir nuestras vidas con la misma audacia que los hombres y mujeres santos que nos precedieron.