Es una enfermedad silenciosa. Gran parte de nuestra población está familiarizada con algunos de los otros factores de riesgo cardiovascular denominados "clásicos". Entre ellos, la diabetes, el tabaquismo, la dislipidemia, el sedentarismo y la obesidad son bien conocidos.

Ahora están surgiendo otros factores de riesgo igualmente importantes, siendo la calidad del sueño uno de los factores que más interés ha suscitado en los últimos años. O dormimos poco o dormimos demasiado, y se considera que unas 7 horas de sueño por noche es lo ideal en términos de riesgo cardiovascular. La siesta puede ser perjudicial para quienes duermen más de esta cantidad por noche.

Otros factores emergentes son los de origen psicosocial. Entre ellos destacan las dificultades económicas, que se han hecho más frecuentes en los últimos años debido a la pandemia y a las guerras.

Desde hace tiempo se sabe que los individuos más pobres tienen peor salud, sobre todo cardiovascular. Vivir solo y tener pocas relaciones sociales -una situación cada vez más frecuente- también es perjudicial para la salud. La soledad es fuente de angustia y depresión.

La ansiedad crónica, especialmente inducida por motivos profesionales o familiares, suele tener una relación negativa con la hipertensión. Portugal es conocido por vivir estas situaciones. El mercado de trabajo es cada vez más precario y las estructuras familiares ya no son tan estables como antes, lo que se traduce en altas tasas de divorcio y un aumento de las familias monoparentales, a menudo asociadas al declive económico. Estos factores, combinados con el cambio hacia una sociedad urbana basada en los servicios, han exacerbado la soledad y la exclusión social.

Por último, otro factor de riesgo emergente importante en términos de riesgo cardiovascular es la contaminación. La contaminación, tanto en los países desarrollados como en los que están en vías de desarrollo, tiene el potencial de causar enfermedades.El aire que respiramos puede inducir una reacción inflamatoria a nivel sistémico que, en última instancia, conduce a la disfunción del endotelio, la capa más interna de las arterias, que es crucial para el desarrollo de la aterosclerosis, la enfermedad vascular más común.

La contaminación también altera el equilibrio entre vasoconstricción y vasodilatación, afectando a la motilidad arterial y a la regulación de la presión sanguínea. Además, la contaminación acústica ambiental es otra fuente de contaminación que a menudo se pasa por alto y que contribuye a empeorar el riesgo cardiovascular.

La prevención de las enfermedades cardiovasculares es una responsabilidad compartida, sobre todo a la hora de abordar los riesgos modificables, como el control periódico de la tensión arterial, la actividad física y una dieta equilibrada.

Pero conociendo ahora estos nuevos riesgos, también es nuestra responsabilidad pedir ayuda a los profesionales que pueden ayudarnos, concretamente mejorando la calidad del sueño y la salud mental.

Para más información, póngase en contacto con el Grupo HPA Saude en el (+351) 282 420 400.