"El suministro de GNL durante el primer semestre de 2024 procedió de tres fuentes, a saber, EE.UU. (13 buques metaneros), Nigeria (11 buques metaneros) y Rusia (1 buque metanero)", informó la Autoridad Reguladora de los Servicios Energéticos(ERSE), en el Boletín de Utilización de Infraestructuras Gasistas.
Aunque la terminal de GNL de Sines recibió sobre todo buques metaneros de EE.UU., Nigeria fue el mayor proveedor de Portugal durante ese periodo, con un 49,2% de las importaciones totales, mientras que el gas estadounidense representó el 45,9%.
En mayo, Expresso informó de que Portugal había vuelto a recibir un cargamento de gas natural licuado procedente de Rusia, tras más de seis meses sin importaciones de gas ruso, citando datos de REN - Redes Energéticas Nacionais y de la Autoridad Portuaria de Sines (APS).
El cargamento fue realizado por el Boris Davydov, un buque metanero de 299 metros de eslora y bandera chipriota, que partió del puerto ruso de Sabetta (en la península de Yamal) y llegó a Sines en la madrugada del 4 de mayo, abandonando el puerto a la mañana siguiente.
El estudio "El problemático divorcio del gas ruso en Europa", publicado a mediados de julio, fruto de la colaboración entre la Fundación Francisco Manuel dos Santos(FFMS) y la estadounidense Brookings Institution, concluye que la dependencia energética de Europa respecto a Rusia se mantiene, más de dos años después de la invasión de Ucrania, con diferencias regionales en el acceso a la energía y en las medidas.
Para las autoras, Samantha Gross y Constanze Stelzenmüller, "Europa sigue dependiendo, por ahora, en gran medida del gas importado, habiéndose limitado a diversificar sus proveedores y a aumentar su dependencia relativa del GNL, que es más caro".
El estudio afirma que la respuesta de Europa, tras la invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022, fue rápida "e inimaginable antes del conflicto", pero esconde diferencias regionales en el acceso a la energía y en las medidas adoptadas, lo que dificultará una respuesta política unificada en el futuro.
Además, los autores señalan que la reducción de la demanda y la sustitución por GNL ha supuesto graves pérdidas para las industrias intensivas en energía, polémicas subvenciones, políticas proteccionistas y el aumento de las tensiones políticas entre los países europeos.
"Se trata, por tanto, de una trayectoria incompleta y expuesta a riesgos futuros, como la continuación del chantaje a los países europeos que siguen importando gas ruso, el fin del acuerdo de circulación de gas ucraniano, una posible victoria de Trump en las elecciones presidenciales estadounidenses de noviembre o la alta volatilidad propia del mercado del GNL", señala el análisis.
Antes de la guerra de Ucrania, más del 40% del gas natural importado por Europa procedía de Rusia, su mayor proveedor individual, con algunos países europeos dependiendo de Rusia en más del 80% de su suministro de gas, siendo Alemania el mayor cliente de gas ruso en términos de volumen, importando casi el doble que Italia, el segundo.
En 2023, Europa seguiría importando de Rusia el 14,8% de su suministro total de gas a nivel mundial, con un 8,7% que llegaría a través de gasoductos y un 6,1% en forma de GNL.