Creo que éste ha sido el artículo más difícil que he intentado escribir. Empecé un borrador, lo abandoné y empecé otro antes de poder ordenar mis emociones y sentir que el resultado final podría ayudar a otra persona en una situación similar.

Hace poco sufrimos la terrible conmoción de perder a nuestro querido perro Paddy, y fue como si una vena de felicidad se hubiera cortado dentro de la casa, ya que dejamos de hablar de él, y dábamos vueltas alrededor de donde había estado su cama, casi demasiado dolidos para reconocer su ausencia.

Nuestra mente no dejaba de pensar en el terrible día en que lo perdimos, pero estamos aprendiendo a centrarnos en los días buenos, cuando nos reíamos de su capacidad para entender lo divertido que era jugar al escondite en el jardín, o de su barbilla sobre la mesa buscando comida.

Una de las razones por las que perder una mascota es una pérdida tan profunda es porque el amor de los animales es tan incondicional y acogedor. Pero también porque afecta a muchos aspectos de la vida de las personas, y la pérdida de un perro, en particular, es tan dolorosa porque los dueños no sólo pierden a la mascota: posiblemente sea la pérdida de un compañero principal que proporciona seguridad y consuelo, y quizá incluso de un protegido al que han tutelado como a un hijo.

Autocompasión

Si ha sufrido una pérdida, está bien que se permita sentir todos esos sentimientos que está experimentando y que llore también. Intente practicar la autocompasión y considere la posibilidad de hablar con alguien que pueda sentirse identificado. Comprende que llorar por tu mascota es natural. Es normal y, aunque doloroso, forma parte del proceso de duelo necesario para sanar. La mayoría de las personas que han establecido un vínculo con una mascota conocen el consuelo y la alegría que proporcionan los animales, y cuando perdemos una mascota, una parte de nosotros siente que se está muriendo.

Retira los objetos a tu propio ritmo: admito que tardé tres días en retirar su cama y oler por última vez sus (malolientes) mantas antes de meterlas en la lavadora; fue la admisión final de que no iba a volver.

Leí que una opción era convertir sus cenizas en algo (por ejemplo, una pulsera) para recordar a tu mascota, pero a mí no me apetecía.

Lo único que me ayudó fue escribirlo todo, como una carta al perro desaparecido. Sí, fue triste escribirla, y lloré un poco más, pero siento que puedo manejar mejor su muerte, hasta el punto de que quizá, sólo quizá, me plantee tener otro perro, no para sustituirlo, sino para llenar el hueco que ha dejado en nuestras vidas.

La perra que nos queda ha perdido a su compañero de juegos, ha perdido a su guardián de seguridad, ha perdido a su lamedor con el que comparte la tarrina de yogur, y creo que se debate entre preguntarse dónde está y alegrarse, ¡porque por fin recibe toda nuestra atención! Los perros no saben necesariamente que otro perro de su vida ha muerto, pero sí saben que les falta. Me pregunto si piensa que si sales en el coche, no vuelves, ¡pero no creo que sea tan inteligente!

Comprensión limitada

Las mascotas tienen una comprensión limitada de la muerte como algo definitivo. Es difícil, pero posible, dejar que tu mascota vea el cuerpo de su amigo fallecido. Puede que no entienda del todo la situación, pero una última visita puede ayudarle a comprender que su amigo se ha ido. Yo misma no podía ni siquiera enfrentarme a verlo con su espíritu ausente; sólo quería recordarlo dando saltitos, trepando por nuestra cama cuando se ponía nervioso y haciendo que nuestras piernas quedaran atrapadas bajo su peso si teníamos mala suerte.

Sobreviviremos a esto, como hemos sobrevivido a la pérdida de otros perros en el pasado. Cada vez que gimo y digo: "no más mascotas, te roban el corazón y luego se van", hasta que encontramos otro perro que necesita ser rescatado de una mala situación o que no tiene hogar, no podemos evitar acogerlo y prodigarle el amor que tanto necesita.


Author

Marilyn writes regularly for The Portugal News, and has lived in the Algarve for some years. A dog-lover, she has lived in Ireland, UK, Bermuda and the Isle of Man. 

Marilyn Sheridan